Kendrick Lamar en concierto: algo nuevo y diferente, algo realmente bestial

La estrella más enigmática del rap está ofreciendo una de las grandes giras del año, un show rompedor que funciona como una sesión de terapia

Es cierto que todo el público ya estaba de pie dando gritos antes de que empezara el concierto: la excitación manaba como lava desde las partes más altas de la grada, se deslizaba entre la gran cortina de móviles encendidos y formaba un gran océano de magma hirviente en la pista del palacio de deportes, donde miles de chavales recibieron las primeras canciones dando saltos con los brazos en alto y chocando unos contra otros como si fueran un solo cuerpo.Empieza a hacer un calor tremendo y Kendrick Lamar va devorando las letras de manera vertiginosa. Rapea con una fuerza incandescente, pero sobre todo rapea sin descanso, sin flaquear una vez ni ceder un metro, de un modo implacable. Mantendrá el nivel máximo de intensidad hasta el último segundo del concierto, cuando de pronto desaparezca con su piano bajo el escenario con la misma brusquedad con la que se va a sacudir todo el show.

Kendrick Lamar durante su concierto en París de este sábado.

No hay músicos, ni DJ, ni cantantes de apoyo, solo un cuerpo de 11 bailarines que aparecen ocasionalmente. La música es dura y está afilada, y suena como debe: muy alta.

La música a menudo suena entrecortada y nerviosa, contaminada de la ansiedad de las letras, pero su actitud es de tal poderío que parece cualquier cosa menos un hombre que duda de sí mismo. Rapea con la potencia de una moto trucada, hace ruido, da gritos, acelera en las curvas: va desatado. Y mientras tanto todo el mundo salta como si pisara brasas, como si se hubiera activado un resorte diabólico junto a las luces estroboscópicas. Todo el recinto borboteando por la excitación que transmite esta música mutante y desbocada.Al principio del espectáculo, Kendrick Lamar maneja un muñeco de ventrílocuo, luego aparece la imagen de una marioneta en las pantallas, y durante el show se proyectarán varias veces las sombras del músico como imágenes en negativo, mientras sobre el escenario siempre le persigue la luz de los focos blancos como dedos acusadores. «Una máscara no esconderá quién eres por dentro», se puede leer en las pantallas en la recta final, cuando ya haya mostrado todos los Kendrick en él contenidos.

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